La coraza de lo indestructible

 La coraza de lo indestructible

Últimamente, y por muchas situaciones, he caído en cuenta de que las cosas que antes me hacían tambalear hoy ya no lo hacen. Por el contrario, he leído algunas situaciones y reacciones de mis seres queridos cercanos y me he preguntado por qué lo que para ellos es un "big deal", para mí, si experimentara la misma situación, ya no lo sería. Cada uno vive en diferentes dimensiones y a un nivel más personal o agarra con más fuerza una idea que otra, pero entonces, ¿será que las cosas que vivimos, los acercamientos que tenemos con los demás y lo que experimentamos en esas relaciones hacen que vayamos poniendo capas a una coraza que, aunque nos protege, nos encierra?

Tengo muy presentes los momentos en mi vida donde quise que alguien me ayudara y, aun así, no lo pedí. Como diría una de mis películas favoritas en el mundo: "soporté vientos despiadados, infernales desiertos". Siempre me resistí a pedir ayuda. ¿No se supone que hay cosas/actos que uno, por amor, da o hace? Tal vez la figura que tenía ahí, la única que podía realmente ser un apoyo, simplemente no quiso, y de ahí empece a poner capa tras capa, reforzando la coraza de la "independencia" en la que nos refugiamos muchísimos jóvenes adultos, con el famoso "yo puedo".

¡Y claro! No les voy a negar que esa frase cliché es gasolina pura. Te sientes estancado, abrumado, y dices "¡YO PUEDO!" y le das, así no tengas fuerza o ganas o tengas siete mil nudos en la garganta, porque eso hiciste cuando tenías 14 años, o 17, o 21. Siempre te dijiste a ti misma "yo puedo" y te llevaste al otro nivel.

En estos meses tuve una crisis existencial durísima, que no ha terminado. Me he sentido ridículamente minúscula, innecesaria y vulnerable. Casi todos los días el síndrome del impostor me atraviesa, y ahí está mi mente dándole palo, pensando en qué momento voy a perder el trabajo, la legalidad, o se va a terminar de romper ese lazo que ha flaqueado durante tantos años. Lo peor de todo es que lo he vivido y dicho "yo puedo" todo el tiempo, sin casi descansar; es un incesante mantra: "yo puedo".

Hasta que lo admití: a veces no puedo y está bien. A veces no puedo poner cara feliz y dedicarme a hacer feliz a otro; a veces no puedo tener una rutina de 16 horas al día; a veces no puedo dormir solo cinco horas; a veces no puedo (o quiero) socializar. A veces no puedo y está bien.

He iniciado un nuevo ciclo, y con él, el deseo de ponerme por delante, de hacer lo que me salga del corazón, sea bueno o malo para los demás. Al fin y al cabo, estamos acá para vivir por nosotros; somos lo más importante en nuestras vidas y eso no nos hace malas personas. Si conocemos lo que queremos, nuestro límite, hasta dónde podemos permitirnos ir, sabremos cómo dar.

Ahora, con tanta responsabilidad encima, tanta carga emocional y tan baja energía para afrontarlo, puedo reconocer que me hizo falta ayuda, que no tenía que preocuparme por situaciones de adulto que eran ajenas, que debería soltar lo que me duele, simplemente entender el porqué y avanzar. También reconozco que me hace falta un cierre, una respuesta de responsabilidad afectiva en donde se pueda leer un "pude haberlo hecho y te falté". Creo que se lo debo a mi yo del pasado.

Si, como yo, te sientes con la carga extrema de cumplir con todo tú solo, si sientes que te estás ahogando, dilo en voz alta: "A veces no puedo, y está bien." Pide ayuda; hay muchísima gente que te quiere y que se preocupa por ti. Háblalo, y verás cómo se siente más ligera la carga. Claro que puedes, y si quieres, puedes hacerlo solo, pero charlando cualquier viaje se hace corto.

Con amor,

Miel con hiel.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Adulting

La teoría de la última vez

Los buenos cambios toman tiempo.