Y si todo se destruyó ¿cómo puedo empezar de nuevo?
¿A dónde pertenezco? ¿En dónde está el amor de mi vida? ¿Por qué no me siento yo en el país en donde nací? ¿debería irme del país? ¿Cuál es mi propósito? Estas y muchas otras preguntas han estado rondando mi cabeza y mi vida por unos cuántos años. He descubierto que me cuesta estar en lugares en los que me siento incómoda, pero que huir no es la solución. Al contrario, en los lugares en donde estás más incomoda es donde precisamente más tienes oportunidad de crecer, aprender y avanzar.
Todo empieza unos años atrás, cuando por primera vez que me mudo del país y logro abrir mis alas al mundo. Primera estrellada: Responsabilidades de adulto, no saber estar conmigo misma, sentir que si yo no me cuido, nadie lo hará por mí. Sumémosle una pandemia, y con ella la ansiedad e incertidumbre de estar sola en otro país, sin duda una de las experiencias más fuertes que he tenido.
Para ese momento, entre ganas de vomitar, ganas de llorar, cartas infinitas, noches tocando ukulele con 20 años recién cumplidos, por fin empezaba a entender lo que era vivir, lo que era la independencia, lo que era la soltería, lo que era valerse por sí misma. A mi sorpresa, la vida empezaba a brillar con muchos matices y empecé a buscar las respuestas.
Hice un par de “solotrip” más, en cada uno de ellos me fui descubriendo como persona y recuperando la fuerza interna, hasta que llegó el que me cambió la vida. Recibí una llamada un viernes en la noche sin previo aviso. Era de alguien con quién muy poco había hablado, una invitación de un … vamos a llamarlo susodicho. Entre mil cosas más, esa noche hablamos de que la vida era hoy y que nada me ataba a enfrentarme a un sueño por más loco y descabellado que pareciera. ¿Y quién era este y cómo sabía lo que sentía?…
Sin embargo, decidí escuchar lo que la vida me estaba diciendo a través de él. Por muchos años había negado mi lado creativo, me había dedicado a tener una vida como mi contexto social lo esperaba de mí: Un trabajo, una rutina, una estabilidad económica y un nombre. Pero ahora algo me hacía más sentido de lo que creía, decidí tomar un curso de gastronomía y abrirle espacio a esa nueva yo que había negado hace unos años atrás.
Después de meditarlo infinitas veces, lo hice. En menos de dos semanas y con el corazón en la mano y mil miedos en la cabeza, me fui a cumplir un sueño. Había tenido la suerte de viajar un par de veces antes a Francia, pero jamás sola… solo podía pensar ¿Qué pasa si me deportan? ¿Qué voy a hacer con el idioma? ¿y si es muy caro? ¿y si me secuestran?
Sin embargo, fue mucho más mágico de lo que pensé. Estando allá descubrí que puedo ser capaz de comunicarme sin entender el idioma, que me puedo mover en cualquier lugar del mundo, pero más que todo eso, me descubrí a mi misma.
No fue para nada fácil, tuve que romperme y deconstruirme infinitas veces, llorar, sentirme perdida, ser vulnerable, entre otras cosas incómodas. Me enfrenté a sanar heridas del pasado, entender que quizás soy más imperfecta de lo que tenía en mi mente. También descubrí que me encanta el arte, pero que también me gusta lo que hago en mi trabajo, que puedo encontrar un balance, y lo mejor de todo: Que tengo todo para seguir adelante y cumplir mis sueños y que estos van a adaptarse a mí.
¿Qué encontré? Versiones de mí que no había visto antes, unas me gustaron y otras no. Encontré expectativas no cumplidas, empezando por el susodicho. La vida no respondió como a mi me hubiese gustado que respondiera, pero entendí que muchas veces tenemos que soltar el control aunque duela y aprender a leer lo que sentimos y queremos para poder ser tan coherentes que podamos avanzar hacia eso. Me quebré pero se sintió bien, y lo repetiría las veces que fuera necesario.
Y por eso escribo este post, porque se trata de esto, de entender que la vida te rompe los planes mil veces y está bien. Que soltar el control es entender que si no sale como esperamos y Dios (o en lo que creas) te cambian los planes, siempre se puede empezar de cero. Me encantaría decir que encontré todas las respuestas, que ya sé hacia dónde debo ir, pero entre más avanzo más preguntas tengo y lo mejor (y peor) más sano y más siento.
Cuántas veces en la vida tenemos planes imaginarios que no se hacen realidad y tenemos que volver a replantearnos por completo lo que queremos? La única respuesta que puedo compartir contigo es que tu intuición siempre tiene la respuesta, y que si el camino te da miedo es porque definitivamente debes ir por ahí, porque el crecimiento está detrás de un “no soy capaz” o “no me hallo en la vida”.
Tú sigue,
Canela y Miel.
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